Genesis.

El prisma impactó contra su cara que sangró el violeta de su sangre, de su origen. Primero se partió en dos, luego en tres, cuatro, cinco, seis, siete y, al final, surgieron energías que no sabían de colores.
Entre esos colores estaba todo, desde el silencio hasta el golpe, desde el amanecer hasta el sol. Nadie supo por qué había sido creado, pero la creación era en realidad su destrucción, y ellos empezaron a buscarlo entre los colores, entre las mezclas, entre las sombras y los reflejos. Más de este lado del prisma el blanco del origen era imposible, era inalcanzable. Al dividirse dejaba de existir. La clave estaba en la letra Bet, ella sabía que era sólo una parte del Alef, no dos veces esta. Que el Alef incluía a todas y no era el uno matemático, era el uno originario. Así un hombre entendió que era a través de otro prisma, igual pero invertido, formado por los libros, por todos los libros, y puesto sobre el prisma original, de manera que se formara una figura que la gente llama la estrella de David, que el blanco de un lado del prisma se iguala a la suma de colores del otro. Porque ninguno de los colores puede ver el blanco puro, porque debería verse en el conjunto, conociéndose e incluyéndose en el todo, pero a uno de esos colores, al hombre, siempre le resultó imposible esto.

4 comentarios:

  1. Lo admito... A pesar de que me encantó, tuve que leerlo dos veces porque ya casi al final me enredé...

    Me gusta cómo suenas reflexivo y misterioso a la vez...

    Beshos!

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  2. A mi también me gusta mucho Borges. Es maravilloso poder leerte.

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  3. La verdad que me dejaste sin palabras, queria agregarte algo pero creo que todo sobraria.

    Un abrazo.

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  4. Y el hombre seguirá buscando su génesis blanca, su blancura que innunda, su blanco que es esencia, su blancura que alivia...

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