Viajero.

Una vez más el mundo se desmaterializa. No hay ancla para amarrarlo, se va, se aleja, no puedo atarlo, no soy material, no puedo tocarlo; no me es permitido.

Una vez más veo como todo empieza a ser ajeno, a no pertenecerme. Esto ya pasó antes, en otros tiempos, con otros mundos que parecieron ser mi mundo, pero que un día zarparon, emprendieron ese viaje dejándome en el muelle, solo. Un día me di vuelta y busqué otros barcos, y otros me encontraron a mí, y subí y llegué a ser capitán. Pero al momento de hacerse a la mar, volvían a dejarme en el muelle.

Un destino sin mar, sólo el del recuerdo creado, no el del recuerdo vivido, es un destino miserable. No importa que sea el que prepara las tripulaciones de otros barcos en los que no navegaré. Más naufragios llevo yo, que nunca he salido a altamar. Más naufraga quien ama el barco que ve zarpar y que sabe que no volverá a verlo o lo verá más adelante, con una tripulación que le fue familiar y que ahora le es desconocida, en algún puerto de algún lugar al que habré llegado por tierra.

Intento tomar la soga, amarrarla, pero mi mano es inmaterial, o lo es el cabo; no puedo tomarla, no es mi destino evitar su viaje, no puedo hacerlo, como no he podido nunca, aunque sigo intentándolo cada vez, siempre que termino de preparar el viaje, de cargar las bodegas, de llenar los depósitos, de fortalecer a la tripulación, que luego se irán dejándome.

Y siempre me pregunto lo mismo, por qué no aceptar mi destino de extranjero, de quien no pertenece a los puertos; por qué no olvidar los barcos, las tripulaciones, las tribulaciones, las cartas de altamar, los vientos, las velas, las anclas, las amarras. Por qué no puedo o no quiero dejar de ser el que prepara los viajes de los demás y luego se queda, sin conocer otras tierras, tal vez ni siquiera éstas, las que incluyen este puerto. Pero no lo sé, tampoco sé por qué las tripulaciones me olvidan tan pronto. Pero sé que cada vez que veo el barco a lo lejos, desde el puerto, una sensación de tarea cumplida, de amor bien usado, de tiempo ganado, invade mi alma y me hace mirar a los costados, en búsqueda del óxido de algún barco olvidado que merece salir al mar.

8 comentarios:

  1. Esa es la misión de algunos...ayudar en los preparativos del viaje, y dejarlos partir.

    Muy buen relato,
    te dejo un beso.

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  2. No sé por qué, pero me entristeció el relato...

    Sos un socorrista que difícilmente pueda volver la vista atrás cuando encuentra al náufrago que lo mira suplicante pidiéndole ayuda.

    Yo lo sé bien...

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  3. Viajero del tiempo y de los sentimientos cuantos puertos visitamos sin hacer escala en ellos.

    Ignacio cada día me sorprendes mucho más y es un placer.

    Mil gracias
    Besitos

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  4. ese es mi mayor temor q me dejen y partan hacia otros mares por lo cual siempre ante un posible remplazo la primera en partir soy yo.
    Muy linda tu entrada

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  5. Que texto tan interesante, que me senti presa de mis emociones y navegué por las corrientes de tus palabras.
    Maravilloso y conmovedor texto.
    Un saludo especial.

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  6. Se siente como cada palabra va encastrandose en cada sentimiento. En cada momento. Como un rompecabezas de mil piezas. (Más naufragios llevo yo, que nunca he salido a altamar) Con eso me quedo agarrada yo. Hasta que termine de creer como una frase tan simple puede llevarme tan lejos.

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  7. Estoy convencida de que hay más pasión en lo no realizado que en lo materializado o, que las partidas son más intensas, duran más y dejan más huella que las llegadas.

    Uno es siempre más consciente de lo que le falta que de lo que tiene.

    Besos sinceros.

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  8. Bueno, mientras ese quehacer sea algo elegido y te proporcione satisfacción todo va bien.
    ¿Es algo elegido, te proporciona satisfacción?, sólo si la respuesta fuese NO habría que preguntarse el por qué. Si por el contrario la respuesta es SÍ, simplemente déjate llevar. Sólo eso.
    Ah!, y un beso.

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