Promesa.

Apagó el despertador apenas intentó su grito macabro. La miró, dormía abstraída de los ruidos de la realidad, consumida por las caricias de los sueños que se expresaban en una sonrisa, en una insinuación de paz. El salió lentamente de la cama y fue al baño, todo a media voz, casi en silencio. Mientras se bañaba imaginó la reunión con las dos marías, las hijas del viejo, que al morir había entregado a sus hijas, junto con la empresa, su libertad. La mayor, en realidad nunca supo su nombre, era una histérica desmedida; era capaz de gritarle las barbaridades más atroces y a los diez minutos invitarle un café como si nada hubiese pasado. La menor era un ángel, callada, hermosa, tímida, recatada, sutil como una brisa cálida en el mas helado invierno. Todos les decían las Marías, dando por sentada su virginidad. El sabía que amaba a su mujer, pero la reunión iba a ser dura, y, como siempre, la menor lo defendería hasta que la mayor abandonara la sala y quedara sola con la junta. El problema era que hoy, él sólo sería la junta, los demás no asistirían.
Muchas veces había soñado con ella, no como una fantasía, sino como una inquietud. ¿Cuáles serían sus fantasías?, ¿cómo viviría su soledad?, ¿estaría dispuesta a acostarse con él? Esta última pregunta le cayó como si le hubiese entrado jabón en el ojo. Se enjuagó a las apuradas, se secó y salió de la bañadera. Al entrar al cuarto la miró dormir. Los años no habían sido justos con ella, los dos hijos, la eterna agonía de su madre y al final la muerte, la enfermedad de Darío, su hijo menor, todo había marcado su belleza hasta, casi, hacerla desaparecer. Su pierna engordada asomaba por debajo de la sábana. Sus pechos habían perdido esa dureza que lo enloquecía, sus ojos ya no brillaban como antes, estaban cansados, cansados y llenos de dolor. La imagen de María menor volvió a su cabeza. Pensó que había mirado así a su mujer para justificar lo inevitable. La palabra inevitable lo llenó de ira. Se miró en el espejo y, mientras ajustaba el nudo de su corbata, sintió lástima de ella, y al volver su mirada al espejo, sintió lástima de él. Descolgó el traje de la percha, fue hasta la cama, miró su frente tibia y la besó. La besó con la intención de despertarla. Ella se revolvió un poco, sacó la mano de debajo de la almohada y, mientras se daba vuelta, le dijo: -Estaba soñando con vos, y volvió a dormirse. El se paralizó, la miró como hacía años que no la miraba. Mientras se le llenaban los ojos de lágrimas salió del cuarto, lento, sin hacer ruido, muy despacio, y pensando que la mujer perfecta existe, que no es ni flaca, ni joven, ni esbelta, ni rubia. La mujer perfecta es la que nos permite ir por la vida, sabiendo que no la vamos a traicionar.

9 comentarios:

  1. GRacias...
    Me devuelves la esperanza de que quizás algún día, yo pueda ser la mujer perfecta de alguien...

    Beshos!

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  2. Es perfecto este relato Ignacio que aroma a miel y esperanza... Mil gracias

    Mis besos

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  3. La mujer perfecta es la que reta a las matemáticas diciéndote cada día que
    1+1 = infinito...

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  4. qué lindo saber que se puede ser la mujer perfecta de algún hombre, tal vez, igual de perfecto.

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  5. Ignacio, que hermoso relato sabes que mis ojos se han llenado un poco de lágrimas al leerlo que hermosa promesa, espero también me la hagan algún dia.
    Gracias por compartir esto.
    Besos...

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  6. Veo que has plantado mucha esperanza. Muy bello escrito, perfecto en muchos aspectos. Un placer leerte.
    Muchas (muchas) gracias por tus palabras en mis esquinas de palabras.
    Un fuerte abrazo!

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  7. Ignacio, muy buen relato! no me caben dudas que la mujer perfecta existe, y es la que supera todas aquellas fantasias! Saludos

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  8. No se si perfecta pero esta es una gran mujer...
    Mil cariños

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  9. "La mujer perfecta es la que nos permite ir por la vida, sabiendo que no la vamos a traicionar".

    ¿Cómo puedes escribir cosas como esas, eh? Uff, sin palabras, boquiabierta... me ha impactado tanto leer esa definición de la persona perfecta, una definición tan acertada para mí.

    Eres increíble. No dejas de fascinarme, siempre me quedo sin palabras cuando te leo.
    Besos.

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