Mano amiga.

Lo que sea que cortó el aire en dos también destrozó el silencio.

Una sensación extraña estremeció mi cuerpo, la paz había desaparecido y mi voluntad estaba anulada. Nada podía hacer, nada pensar. Mi cabeza cayo consciente pero como sin voluntad. De nuevo el aire y de nuevo el silencio invadido, aunque esta vez ya no se interrumpía nada y el aire, revuelto, no silbó o yo no pude escucharlo.

Intenté voltearme, las órdenes eran claras pero no había respuesta del cuerpo, miré de reojo mis manos, las uñas clavadas con infinita tensión en mis palmas y nada sentía, ni las mismas manos,ni  mis brazos hinchados, ni mi sangre revuelta y agitada que escapaba corriendo quien sabe a donde, si al menos ella puede huir, alejarse, si una parte de mi pudiese viajar con ella, soñar. Sueño que ya no sería el mismo, el sueño tranquilo, relajado, revitalizador.

Mi mente empezó un viaje, ya no soportaba. Me veía en otro tiempo, disfrutando mientras el aire silencioso llenaba mis pulmones. Un cielo azul iluminaba mi calma, el verde del suelo me recibía y colmaba. Sentía la vida invadiéndome, llenándome. Caminaba sin rumbo, me dirigía a otros caminos que solo me llevarían a otros iguales, tal vez eso sea la libertad, solo caminos sin fin que nos llevan hasta otros caminos sin fin.

Sentado sobre la hierba vi una gota roja en mi mano, en esa sangre aun fresca desperté, de vuelta a mi pesadilla. Volvía a escuchar el aire que gritaba, ahora me aturdía  el silencio que solo anunciaba, callado, el próximo alarido. La sangre en mi mano no parecía pertenecerle, venía de otro lado, como mi mente.

Otra vez intenté voltearme, la fuerza ya no era de mi cuerpo, volteé mi cuello y solo pude ver una mano que me era familiar, yo la había querido, tal vez amado; una mano alguna vez amiga, se alejaba y volvía a toda carrera, deformada por algo que no terminaba de reconocer. Ahora era mi alma la que entendió el dolor, la que lo distribuyó por todo mi cuerpo. Mis miembros se rindieron. Mi cabeza cayó sin intención de volver a levantarse. Mi mente ya no pudo viajar, nunca, y mis ojos lloraron decepción y las lágrimas dolían mas que la sangre, me mataban mas rápido, porque estaba muriendo por haber visto esa mano, lastimándome, desfigurada y fuera de control, tensa, como solo tensa el odio, que se alejaba y se acercaba, como todas las manos amigas pero esta vez empuñando el látigo.

2 comentarios: