Sin recordar el momento exacto en que había entrado en este desierto y sin importarle siquiera, caminaba todos los días de su vida sin llegar nunca a ningún lado, sin sentir el intenso calor del día, ni el inaguantable frío de la noche, ni siquiera el agudisimo dolor de sus ampollas lograban detener su interminable marcha. Simplemente caminaba y caminaba por la inmensa soledad de arena con el solo fin de llegar a la noche y dormirse pensando en lo que habría de caminar al día siguiente.
Sin un fin ni un por qué, jamás se preguntaba cuál era el sentido de vivir su propia muerte, ya que el día que muriese seria, aparentemente, el único día distinto de su vida absolutamente fría..
Convencido de conocer todo su destino, se sorprendió un día al ver el color desconocido, o ya olvidado, del verde de las hojas de un árbol y, atraído hacia lo desconocido, corrió muy rápidamente por un rato hasta llegar al oasis. Se presentaba ante él la vida de un montón de formas diferentes, conocía otros mundos, representados en una infinidad de sensaciones totalmente nuevas y emocionantes. Conocía la esperanza.
Miró fijamente el espejo de agua y, sin pensarlo, de repente estaba sumergido en ella; nunca había soñado algo así, el agua era solo para beberla y eso le causaba un inmenso placer, pero ahora conocía el éxtasis y lo mas llamativo era que también era agua la que lo producía.
Todo había cambiado, a todo le encontraba un sentido, la noche era algo diferente, debía pasar rápido ya que por la mañana habría de conocer muchísimas cosas más.
Muchos fueron los días que tardó en recorrer el oasis, todo era nuevo, su trato con todo lo demás había cambiado y en todas aquellas cosas maravillosas descubría ocultas partes de si mismo que siempre había ignorado o que, simplemente, no sabía que existían. De a poco se tornó más intima su relación con sigo mismo y se sentía bien, cada vez mejor.
Al poco tiempo de vivir su nueva vida miraba el desierto como un mal sueño y a pesar de haberlo conocido por tanto tiempo no tuvo problemas en olvidarlo, ni siquiera llego a extrañarlo un segundo, como si no estuviera tan cerca como realmente estaba.
Solo una cosa le llamaba la atención, una inmensa roca rectangular y de apariencia muy pesada, lo único sin vida en ese paraíso. Cuál era el sentido de este objeto que nada transmitía ni enseñaba. Por qué y cómo llegó hasta allí. Por qué el tiempo no la había deformado o siquiera redondeado su forma rectangular y perfecta. Sin encontrar las respuestas simplemente decidió ignorarla y no perder mas tiempo en ella, no valía la pena.
Jamás había agradecido a Dios por todo aquello, simplemente suponía que así debía ser y por eso era. Veía su vida como maravillosa, incluida la anterior, sin la cual no hubiese conocido la actual, y suponía que la futura seria inmensamente mejor, porque así parecía. Se equivocaba.
Una mañana al despertar su maravilloso oasis había desaparecido, una tormenta de arena había arrasado con todo. No había agua ni plantas, solo cielo y arena. Recorrió desesperado todo el lugar hasta dar con una pequeña plantita que intentaba sobrevivir entre el desastre, sintió que su deber era reconstruir todo aquello así que haciéndose un tajo en su brazo la regó con su sangre, pero fue inútil, la planta había muerto y el se había debilitado. Era el fin de todo.
Luego de varios días sentado en el mismo lugar, mirando el tallo seco y muerto de la planta, sin pensarlo se levantó y caminó sintiéndose atraído hacia la inmensa roca. La miro con odio, había sobrevivido a todo sin siquiera marcarse. Aquel objeto que una vez significó la muerte hoy era el único recuerdo de toda esa vida. Frente a la roca dejo caer su cuerpo y de rodillas mirando al cielo extendió sus brazos con sus dedos doblados y cerrando los ojos, le grito a Dios enfurecido y lleno de rabia, rabia que también sin saberlo se la había robado al oasis. Por qué, preguntaba cada vez mas fuerte hasta que las lagrimas lo callaron, lloró, por primera vez en su vida. Se paró y con un esfuerzo enorme cargó la roca sobre sus hombros y, secando las lágrimas que se confundían con el sudor eterno, volvió al desierto, a donde realmente pertenecía y caminó.
dicen que quien se olvida de donde viene, jamás sabrá hacia donde va--
ResponderEliminar---será?
La vida es un desierto donde existen los oasis en forma de espejismos, creemos que estos nos pueden cambiar la vida, pero siempre retornamos al duro vacío.
ResponderEliminar.saludos de un humilde cuentacuentos.
P.D. gracias por pasarte por mi casa dándome la oportunidad de conocer tus escritos.
la rutina se torna paraiso cuando sabemos mirar mas allá.
ResponderEliminarLa roca te hubiera permitido sombra en los dias en los que el sol atormenta.
Todo tiene un significado.
Besos
Un placer leerte
No olvides que los sueños son igual que tu relato. En la vida real hay muchos que sin soñar no saben salir de un atolladero como este...siempre están liados con sus complicaciones y penas, encima te amargarían la vida si los escuchas un ratito.
ResponderEliminarHasta pronto
Gracias amigo, por ingresar a mi blog y tomarte el tiempo de leer mis notas. Tus espacios son tremendos, veo mucho talento de tu parte, me agradó cada uno y las letras plasmadas en ellos.
ResponderEliminarUn saludo.
nuevamente gracias por tu visita, continuo siguiendote. Letras Viscerales, hay k tomarse el tiempo para digerirlas.
ResponderEliminarBesos!
saludos en la luz
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