El despierto.

Estaba despierto desde antes que despertase el sol. El padre le había prometido que cuando terminara sus oraciones, pasearían por el parque y verían al escultor.

Desde hacía varios días se anunciaba que el escultor realizaría una obra a la vista de todo el pueblo. El entusiasmo del acontecimiento tal vez ayudaría a aceptar esta nueva tierra, a la que habían tenido que venir por la fuerza y no por la razón.

Simjá saltó de la cama cuando el padre entró a la habitación, la incertidumbre de convertir la piedra en arte, lo áspero en suave, lo informe en belleza, capturaba la joven imaginación. Su edad no alcanzaba para estudiar, pero las mentes inquietas siempre se someten al descubrir, y esto era un verdadero descubrimiento.

La plaza parecía la de siempre, la gente caminaba tranquila, miraba los puestos de los feriantes y Simjá se sorprendió porque no a todos les importaba el acontecimiento. Miró a su padre y descubrió la mirada de quien ya no se sorprende del desinterés de la gente en el escultor. Simjá pensó que cuando él empezase a estudiar tampoco se sorprendería, lo pensó sin entender que el no sorprenderse sería la consecuencia de un profundo interés y no del desprecio por la gente.

Llegaron al lugar, la piedra imponente en medio de la lona negra. A un lado, parecidos a los elementos de tortura de las películas, estaban los martillos y cinceles del escultor, ordenados, limpios y afilados.

Poco hubo que esperar, apareció vestido de blanco, eligió las herramientas y empezó a golpear; el padre le explicó a Simjá que el escultor debía amar y entender la piedra, si golpease de menos no podría llevarla a la forma deseada, y si golpease de más se quebraría, arruinando la escultura.

La piedra era roja, como la sangre. Las herramientas se cubrieron de polvo, igual que el escultor, que al empezar a transpirar por el esfuerzo parecía herido, lastimado, como moribundo.

Por todo el piso pedazos inservibles, polvo y guijarros que sobraban, que habían vuelto piedra la obra. Esculpir era sacar lo que sobraba.

Los martillazos le dolían a la piedra, se movía, se tambaleaba. Cuando la fuerza de escultor y la de la piedra flaqueaban, el escultor usaba herramientas más suaves, lijas, gubias, y se dedicaba a los detalles. Pero cuando sobraba mucha roca inservible, el escultor arrancaba pedazos enormes de un solo golpe. El ruido del cincel hacía las veces del llanto de la piedra, o tal vez lo fuera, pensó Simjá.

El padre ya le  había explicado que el escultor tenía que amar la piedra como a sí mismo y debía probarla para conocerla. La idea de amar lo que se golpea con tanta fuerza confundió a Simjá. Los golpes empezaron a dolerle a él, a sentirlos en carne propia, como si en sus genes estuviese la sensibilidad al dolor que provocaba la maza sobre la piedra. Pensó que era porque aun no había estudiado, que tal vez luego entendería. Pero ahora le resultaban cada vez más insoportables, ruidosos y dolorosos. Cuando el escultor sacó de un golpe un gran pedazo que sobraba en la cabeza, Simjá sintió el golpe en su frente, justo al medio de los ojos, y pareció desvanecerse, pero se contuvo, y empezó a llorar. Y con cada golpe Simjá lloraba más y más, y el ruido tapaba el llanto y el padre no lo notaba, y el escultor seguía golpeando la roca en la que iba apareciendo la forma buscada. Hasta que con un golpe Simjá cayó delirando al piso.

Al despertar lloraba el padre y lloraba el escultor. La gente que no se había interesado en la escultura se acercó a escuchar los gritos del niño que deliraba. Todo era silencio y pensamiento cuando por última vez, entre dientes y murmurando sin fuerza, Simjá repitió su pregunta: ¿por qué no deja de golpearla si la ama?.


9 comentarios:

  1. Ignacio un relato conmovedor. Has descrito con tanta realidad que me he dejado llevar hasta esa plaza, he visto tallar la piedra y llorar a Simjá.
    ¿porque si amamos golpeammos?
    Un saludo.

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  2. porque "los sentimientos que unen a las personas son las obsesiones, las locuras, la posesión"? Pasiones...

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  3. Más que los golpes que nos damos unos a otros, bien me parece que los de tu relato son los del creador, porque al menos yo, me niego a considerarme escultor (más bien manipulador de criaturas ya creadas)...
    En el primer supuesto, es muy cierto que el estudio no ayudaría a Simjá a contestar a su pregunta (tal vez al contrario), tampoco lo haría la fuerza, por supuesto, y desgraciadamente tampoco lo haría la fuerza de la razón.
    En cualquiera de los casos, es obvio que el desinterés inicial por el escultor y su obra fue "in crescendo", y "traspasó incluso los límites de este relato": lo evidente es que nadie, absolutamente nadie, tuvo la suficiente consideración, comprensión ni justo entendimiento sobre la obra terminada.
    Nadie lo hizo.
    Interesante relato, muy bien escrito.
    Un abrazo.

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  4. Inmenso el relato.
    Impecable la analogía.

    Todos fuimos Simjá, todos somos escultores, todos somos padres pasivos y observadores, y explicadores.

    Magnífico.


    Me tragué la actualización, llegué con atraso.

    Un beso grande

    SIL

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  5. Ay, espero que no por este ejemplo retórico fomentemos la violencia de ningún tipo. Pero el relato me fascinó. Simja también se llamaba el pequeñito de la película "Nunca te vayas sin decir te quiero", ¿no?

    ¡Muchos besos!

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  6. La humildad subyugante de las piedras sólo puede ser imitada por un niño.

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  7. Craciun Fericit si La Multi Ani!
    Joyeux Noël et Bonne Nouvelle Année!
    Merry Christmas and Happy New Year!
    Buon Natale e Buone Feste!
    Feliz Navidad e Felices Fiestas!
    Życzę Wesołych Świąt!
    Frohe Weihnachten und ein gutes neues Jahr!
    Καλά Χριστούγεννα σε όλους!
    Feliz Natal e Feliz Ano Novo!

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