Una vez más, el destino requisaba como un carcelero la celda de sus sentimientos, y se llevaba a la mujer de la que se había enamorado. Se la entregaba en las manos a la historia menos pensada. Una vez más, lo miraba sobradoramente y le recordaba que sólo él tenía el poder de juntar y separar.
La vio irse, la vio entrar en su nueva vida, acomodarse en ella y disfrutarla. Una vida que no hubiese conocido de no haberse él enamorado de ella. Y por último vio al destino mirarlo sobradoramente, a los ojos, y disfrutar del dolor que se reflejaba en ellos, pero él sabía que el dolor no se debía a la pérdida, ni se debía a las burlas del destino, no, era peor, el dolor se debía a que se daba cuenta de que estaba empezando a acostumbrarse.
La vio irse, la vio entrar en su nueva vida, acomodarse en ella y disfrutarla. Una vida que no hubiese conocido de no haberse él enamorado de ella. Y por último vio al destino mirarlo sobradoramente, a los ojos, y disfrutar del dolor que se reflejaba en ellos, pero él sabía que el dolor no se debía a la pérdida, ni se debía a las burlas del destino, no, era peor, el dolor se debía a que se daba cuenta de que estaba empezando a acostumbrarse.
(aquí la palabra que nombra al silencio, única respuesta como compañía de estos ojos que te miran de tan lejos, de tan cerca)
ResponderEliminarMalo acostumbrarse a las burlas del destino...
ResponderEliminarMalo no poder evitar que se forme ese callo alrededor del corazón...
me suena a una historia que conozco
ResponderEliminarEsa creo que es la vida... Somos barcos navegando en el mar de las circunstancias... Lo único que nos queda es evitar naufragar ante las tempestades. Un gran abrazo.
ResponderEliminarLa idea es poder reirse de las malas jugadas del destino
ResponderEliminarsaludos!
Puede ser malo el acostumbramiento, pero lo bueno es que al menos viviste ese amor aunque se haya ido.
ResponderEliminarBesos!
Acostumbrarse a eso......no por favor!!!!
ResponderEliminarUn besote.