El olor de la madera invadía el ambiente, el lustre reciente, la suavidad a los dedos, el brillo imponente, eran un verdadero paraíso para los sentidos. Acomodó su cuerpo, relajó su espalda y levantó la tapa. Sus manos se posaron suaves sobre las teclas y el más hermoso de los sonidos empezó a sonar. La música inspiraba música, el piano respondía a las caricias con placer y sumisión y todo se volvía sonido. Pensó en la melodía que hacía días invadía su mente. Pensó en las notas, algunas débiles o casi imperceptibles, otras fuertes, fortísimas, que imponían su belleza, Algunas se agrupaban para armonizar, juntas o separadas, en sucesión que llamaban arpegio, el orden resultaba de que cada una hiciese lo que le correspondía. Todas las notas eran distintas, todas debían preocuparse de no perder su centro, de no desafinar. Entendió que la sinfonía era el resultado de infinidad de notas que nacían, interactuaban con otras notas y luego morían en una cadencia inevitable pero necesaria. Entendió que la melodía era imposible sin el recuerdo de las notas que fueron muriendo antes de la que estaba sonando, que la música tenía una memoria total que daba utilidad a las notas apagadas, a las notas que ya habían sonado y que sabían que el sentido las excedía, que no les correspondía entenderlo.
La sala estalló en aplausos. El miró sus manos cansadas y pensó que la gente aplaudía una masacre, más de treinta mil notas habían muerto para recrear la sinfonía. Pero en el piano no había cementerios, en el piano no había tumbas, porque era imposible apreciar las notas de a una, buscándole el sentido en sí misma, entonces no habían muerto notas, había nacido música y se había pagado el precio. Lento, entendiendo que él era el creador de todo, se paró y saludó a los que aplaudían la muerte, a los que intentaban aplaudir más fuerte que el que se encontraba a su lado. Saludó esa masa desafinada de notas sin sentido y entendió que por eso lo aplaudían, porque para ellos sí había tumbas.
Impresionante.
ResponderEliminar(Bele)
Como siempre me encanta..
ResponderEliminarEsa es la ventaja de la música, perdura. Me gusta lo detallista que sos. Esta parte en especial:
ResponderEliminar"(...) Entendió que la melodía era imposible sin el recuerdo de las notas que fueron muriendo antes de la que estaba sonando, que la música tenía una memoria total que daba utilidad a las notas apagadas, a las notas que ya habían sonado y que sabían que el sentido las excedía, que no les correspondía entenderlo."
Saludos!
Sí, parir una obra de arte debe ser una sensación parecida. Sale de ti, es el fín de una etapa y eso no deja de ser una pequeña o gran muerte.
ResponderEliminarBesos.
Yo toco el piano y disfruté de este texto... Nunca se me ocurrió la idea de la muerte de cada nota; es muy extraño y muy creativo pensarlo así. El aplauso del instante de notas que mueren... Es muy especial la idea. Se me ocurre otra imagen que es la idea de 30.000 notas que dan la vida para que crear una sinfonía que vive para siempre en la memoria de quienes la oyen. Un gran abrazo.
ResponderEliminarLa música es el amor más puro. La demostración de entrega más deliciosa y por supuesto, un suave golpe al corazón.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Algún día me pasará lo mismo, (no con el piano, porque hay cierta rebeldía; de parte de él o de parte mía) y me acordaré de esto.
(K)
No se me hubiera ocurrido jamás una relación similar: el piano y un matadero, con la degustación de un exquisito manjar, consumido en el acto... Magestuoso.
ResponderEliminarEncontré un magnífico blog.
Saludos.
Sublime, amigo
ResponderEliminarTe aplaudo levantada ..... sin palabras
Besos cielo.
¡Excelente! Te felicito por el premio que recibiste gracias a este cuento, te lo tenés realmente merecido.
ResponderEliminarEl piano...el piano es el instrumento que más me seduce. Tengo un teclado aquí a mi derecha en mi habitación pero mi auto-frustración me impidió volver a tocarlo...
Voy a ser reiterativa pero nuevamente voy a decir lo mismo: el todo es más que la suma de las partes y eso se refleja perfectamente en tu escrito, cada nota por separado jamás podría captar la esencia que emanan en conjunto.